En This is My Earth hemos tenido el gran privilegio de hablar con Constantino Aucca Chutas, premio Campeón de la Tierra de las Naciones Unidas (UN Champion of the Earth). Su trabajo a través de los 6 países de América del Sur a través de las organizaciones que preside, Acción Andina y la Asociación Ecosistemas Andinos (ECOAN) es internacionalmente respetado y reconocido. Sus opiniones y participación en los foros económicos mundiales y cumbres han recibido numerosos reconocimientos.
Conversamos con él horas antes de que tenga que irse hacia Argentina a reunirse con los responsables de sus equipos, para seguir plantando bosques y ayudando a las comunidades locales a desarrollarse.
¿Cómo te gusta presentarte?
Mi nombre es Constantino Aucca Chutas y soy el presidente de la Asociación Ecosistemas Andinos. También sobre el presidente de Acción Andina, dos iniciativas tanto de ámbito nacional como internacional para la restauración de hábitats a lo largo de los altos Andes.
¿Recuerdas algún momento de tu juventud o cuando eras niño en el cual te dieras cuenta de que la naturaleza estaba en peligro?
Haber vivido mi infancia paseando las vacas y las ovejas de mis abuelos en contacto con el río y el bosque y disfrutar de la belleza de los paisajes andinos fue suficiente para crecer amando la naturaleza. Antes de proteger hay que amar.
¿Te gustaría ver más pasión en el mundo de la conservación de la naturaleza?
Sí. Yo pido a todos los líderes que desarrollen pasión y amor por lo que hacen, para que estén realmente satisfechos. La satisfacción de proteger la naturaleza no se paga ni con todo el sueldo del mundo.
¿Sin amor ni pasión no se puede conseguir nada?
No se puede, hay que implicarse emocionalmente. Cuando yo empecé mi trabajo de conservación encontré todas esas comunidades locales, todas llenas de esperanza hacia las personas que íbamos a hablar con ellos y llenas de amor por sus tierras.
¿Qué recuerdas de este periodo?
Recuerdo muchas reuniones con uno de mis mentores, Jon Fjeldså, tal vez el ornitólogo más famoso del mundo. Con él, crucé las montañas de Apurimac y Ayacucho, en plena zona de emergencia por terrorismo.
Tuvimos varios encuentros con terroristas y, cuando nos preguntaban qué hacíamos ahí, nosotros les decíamos que estábamos estudiando los bosques y los pajaritos.
Los mismos terroristas nos decían “estáis locos, ¿saben que pueden morir por eso?”
¿Cómo reaccionábais vosotros?
Les decíamos que era muy importante lo que hacíamos y que podríamos generar ingresos para ellos y sus comunidades.
Les explicábamos que en la zona había varias especies críticamente amenazadas. Fotografiábamos los animales y se los mostrábamos para hacerles entender la situación.
Entonces mi mentor me dijo “te voy a dar el doctorado, pero te pido por favor que te quedes aquí estudiando y cuidando estos bosques que nadie cuida, porque te necesitan. En el futuro la gente te va a pagar por enseñar acerca de su importancia”.
¿Cómo te lo tomaste?
Cuando uno de los ornitólogos más famosos del mundo te dice esto tienes que considerarlo. Pero claro, ¿de qué comes?
Ahora hago balance de la vida y estoy contento de haber tomado esta responsabilidad, porque este es un momento histórico. Ha sobrevivido al terrorismo, he salido vivo del lugar más bonito del mundo, la vida te llena.
¿Cómo ha funcionado tu conexión con las comunidades nativas?
Trabajamos desde varios ejes, ayudamos a las comunidades a entender que plantar árboles es una solución para la mejor gestión de sus recursos, también naturales. Ahora van periodistas a preguntar a estas comunidades ¿por qué plantáis árboles?, y les responden “por el agua”.
El agua es vida, economía y futuro para los hijos de los Andes. Esas comunidades andinas entienden que el clima está cambiando porque hay escasez de agua.
¿Es un sentimiento compartido por todos?
Cuando te pones a hablar con los viejos ahí, en los pasos de los Andes, mientras están mascando coca te dicen “mira esa montaña, se llama salkantay que significa la montaña del demonio. Hace 30 años tenía nieve, ahora ya no. ¿Será que estamos haciendo algo malo y la madre tierra nos está castigando?”
Qué lección de humildad…
¿Verdad? En ningún doctorado se podría entender eso. Hay tanta gente que vive en la miseria y que se siente culpable por el cambio climático al que contribuye una minoría de la humanidad.
¿Te imaginas si esa misma posición la tuvieran la gente que realmente contamina?
Es muy impactante. Una persona miserable en la punta de un cerro piensa que está haciendo mal al medio ambiente y que pide que se planten más árboles.
¿Cómo ayuda la conservación de la naturaleza a dinamizar la economía de estas personas?
Nosotros rescatamos la cultura de esta gente, que está olvidada. Hemos plantado 10 millones de árboles en 5 países.
Tal vez ayude a contener el cambio climático, a prevenir la deglaciación en los Andes y a que el agua siga discurriendo y alimentando los valles.
Y esta agua puede llegar a las ciudades, y debemos enseñar a los niños que no surge de una botella de plástico.
La conservación no es un membrete ni es un libro, es una cosa que si no haces y tomas acción no entiendes.
El resto son palabras. La conservación sin dinero es una conversación.
¿Qué piensas de las conversaciones que se tienen en cumbres como las COP?
Cada reunión cuesta 90 millones de dólares, y hasta ahora no hemos logrado nada sustancial.
Algunos de los participantes en estas cumbres ya han estado en 20 reuniones antes y lo primero que preguntan es “¿dónde será la siguiente?”.
Esto es turismo pagado en nombre de la conservación de la naturaleza, esto es hipocresía.
¿Cómo deberíamos hacerlo?
Yo agradezco a todos los países grandes que donan plata a los pobres. Por ejemplo los países nórdicos mandan millones a América del Sur. Pero hay que implicarse en la gestión de estos fondos.
No es suficiente donar para limpiar la conciencia y después desentenderse de los resultados.
Muchas veces en Perú, en Argentina, en Chile… hay demasiada burocracia, corrupción, y los fondos no llegan donde deberían. Pero ellos siguen preguntando “¿dónde será la póxima cumbre para la biodiversidad?”
¿Qué mensaje podría cambiar esta forma condescendiente de funcionar por parte de occidente?
Quiero que escribas esto: Nosotros mismos estamos destruyendo el planeta y luego estamos permitiendo que lo destruyan.
¿Cómo ves las futuras generaciones?
El viernes pasado le dije a mi hijo, acabamos de llegar a los 10 millones de árboles plantados, y él me respondió: “todavía no has hecho nada.”
Le dije, ¡he creado 16 áreas protegidas, he dado miles de trabajos a 25.000 familias, pero él insistía, “eso no es nada, tenemos que hacer mucho más”.
Los jóvenes quieren disfrutar de lo que nosotros hemos disfrutado hasta ahora, y saben que hay que tomar acción y que debemos ser mucho más autoexigentes.
¿Y el contexto político?
Ayer tuve una reunión con otros policymakers y en un Foro Internacional en Brasil, y con gente de las Naciones Unidas y me decían que la pobreza sigue incrementando, mientras hablan de 200 billones para financiar proyectos de conservación de la naturaleza. ¿Qué proporción de esta plata se utilizar para aliviar la pobreza?
La conservación de la naturaleza tiene que revertir en la calidad de vida y en la economía de las comunidades locales.
Tenemos muchos gobiernos corruptos y esos 200 billones de dólares van a alimentar a la burocracia, son sueldos para más consultores, presupuestos para más reuniones…
Yo lo único que pido, como vosotros en This is My Earth, es un dólar. Dame un dólar y te pongo un árbol y una sonrisa.
Dame 1 billón de los 200 dólares que tienes y plantaré 1 billón de árboles, haremos retroceder el cambio climático y aliviaremos la pobreza.
La gran hipocresía mundial de la conservación es que no se involucra a las comunidades, ni locales ni nativas. Son parte de la solución, entienden los sitios donde viven.
¿Es eso lo que hacéis desde Acción Andina?
Desde el comienzo hemos implicado las comunidades locales. Todo el mundo quiere que vengamos, porque les damos trabajos, les formamos, tenemos una aproximación comunitaria, como lo tenían en la época del imperio de los incas.
Los salarios que podemos pagar son simbólicos, pero les pagamos e invertimos en beneficios para las comunidades. Pero no esto gusta al gobierno, porque estamos yendo contra una forma de funcionar que no está funcionando.
Con nosotros se benefician las comunidades locales y campesinas y los gobiernos de Colombia, Ecuador, Perú, Chile o Argentina están nerviosos. Estamos creciendo muy rápido.
¿Cómo capacitáis a la gente?
Les ayudamos a trabajar como siempre lo han hecho, a manejar los viveros, a utilizar las formas tradicionales para ello.
Durante 10 meses están monitoreando los árboles, protegiéndolos de los riesgos del clima. Este año han producido 3,5 millones de árboles.
Nosotros no victimizamos o tenemos una aproximación paternalista. La victimización es un una cosa que gusta a muchas organizaciones y gobiernos.
Les gusta ver una persona miserable estirando la mano, pero no la ven como parte de la solución.
El problema es que victimizarse es una forma fácil de conseguir fondos, pero no es una forma efectiva de cambiar las cosas.
¿La conservación de la naturaleza es una solución para pobreza?
Siempre y cuando involucres a la gente. En Perú, se dieron casi 100 millones de dólares para un programa de conservación de bosques a gran escala.
Ese dinero solo generó consultorías, un grupo estudiando cosas durante 5 años y publicando un libro de resumen. Zero impacto para las comunidades locales.
En 2019, en tu discurso ante las Naciones Unidas, dijiste “basta”…
Sí, dije basta de confort, basta de egos. No les gustó, esta gente está sentada ahí protegiendo sus grandes salarios y sus egos.
Recientemente hablamos con la ONG Para la Tierra de Paraguay y nos explicaban la degradación de los bosques del país debido a la gran explotación de la industria. ¿Cómo se empodera a las comunidades nativas para que protejan sus recursos?
Esta es casi la misma pregunta que me hicieron en la CNN. Si no quieres fracasar tienes que tener primero respeto.
Segundo, capacidad de escucha, tercero comunicación y cuarto curiosidad de aprender de su sabiduría. Tiene mucho que enseñarnos.
Yo manejo quechuas quichuas, aimaras,… mañana me voy a Córdoba [Argentina] para reunirme con los líderes de nuestra organización, 55 personas, no nos peleamos.
En América del Sur la primera vez que estuvimos unidos fue durante el imperio de los incas. La seguna vez fue cuando luchamos por nuestra independencia. Y esta es la tercera vez, para plantar árboles. No hay tiempo para peleas.
¿Cuál es el reto de plantar árboles en tantas biorregiones distintas?
Estamos utilizando un conjunto de especies de árbol llamadas polylepis. Son 46 especies, que constituyen el bosque más alto del mundo.
Estamos mejorando la forma en cómo lo hacemos, rebajando el uso de plástico. En Ecuador tuvimos algunos problemas, por una gran hibridación de una especie en concreto, pero nadie nace enseñado.
¿Esto va a solucionar el cambio climático?
Un día la gente entenderá todo el daño que hace al planeta, y las comunidades nativas serán escuchadas.
¿Será demasiado tarde?
Muchas veces me han dicho eso, “no mire, al final, esto no va a terminar bien”. Yo respondo: “Yo voy a hacer mi parte para ganar tiempo”.
Ahora debería estar en un ministerio, en una posición mejor pagada, pero esto no va a ayudar a las futuras generaciones.
¿Qué te parece el proyecto de This is My Earth?
La honestidad y la transparencia son la mejor forma de cambiar las cosas, el mejor filtro para que las cosas funcionen bien. Les agradezco mucho por lo que están haciendo. Debería de haber más proyectos como TiME.